jueves, 1 de enero de 2015

Presentación realizada por José Luis Yánez Rodríguez del libro “El Elixir Curalotodo”.


LA PRESENTACIÓN QUE HICE DE UN LIBRO MARAVILLOSO: "EL ELIXIR CURALOTODO"

Ésta es la historia de Lyra y Damilala…
Una de las tantas historias que una musaraña y una lechuza pueden vivir en un lugar como Osorio,…tan mágico, tan mágico,… que el encantamiento impregna piedras, casas, tierras, caminos, cuentecillos, tradiciones, árboles, hierbas y, por supuesto a todos los animales que allí tienen la suerte de vivir.

¿Qué no pueden vivir historias una musaraña y una lechuza?¿Y por qué no?....¡Bueno…! Y este libro demuestra que un pinzón y una paloma, un perro y una cabra y hasta un loro deslenguado con una gata aristócrata. Y si es en Osorio, aún más.

Yo, que estoy de libros infantiles o presuntamente infantiles un tanto exhausto de antemano; he de afirmar que afronté la lectura de esta maravilla hecha palabra con un cierto desconcierto; agravado porque lo hacía con la encomienda de sus autores de plasmarlo después en esta presentación.

El desconcierto se esfumó en la primera página y apareció –brillante y lúcida- la ilusión del encantamiento. Y volvió también aquella quimera fantástica que creía perdida en mi infancia, cuando, en mis clandestinas correrías infantiles en Osorio –el Cortijo era de “las niñas de don Adán” y el perro guardián primero nos mordía y luego dialogaba- me enamoré hasta lo más profundo de mi ser de sus árboles, vericuetos, barrancos, gentes e historias.



Y ahora vengo a descubrir que todos aquellos rebullicios y jaleos que se percibían entre la hojarasca, en las altas ramas y las bajas madrigueras no eran amenazas de ataques y embestidas de peligrosos seres semiescondidos: eran musarañas, petirrojos, lagartijas, búhos –perdon, lechuzas- o ratones de campo con el ajetreo de su vida cotidiana en el paraíso…. Que no era poco.

Y además se carteaban. Si alguno –como ocurre en este asombroso libro que hoy se presentaba- se enfermaba, estaba el Pinar de Tamadaba para sanar (imagino que algo tendría que ver la trementina y los aceites esenciales de estos gigantes de nuestras cumbres) de sus dolencias, no se le olvida; se le recuerda; y los amigos animalescos –que en eso son muy cumplidos- creen su deber iniciar un epistolario ameno, placentero, sutil y educativo entre las medianías y las cubre isleñas, que es el centro sobre el que gira este libro: una musaraña y una lechuza que se cartean en un periodo de sanación y convalecencia. He de admitir que sólo la idea ya captó mi interés y su desarrollo me mantuvo entusiasta con la lectura el tiempo que necesite para recibir el mensaje. Porque el libro tiene mensaje. Todos los libros con animales tienen mensaje, por algo y para algo son más inteligentes que nosotros.

Los músicos de Brémen, el Gato de Cheshire que guía a la Alicia de Lewis Caroll; Flush, el cocker spaniel de Virginia Woolf -de largas orejas, cola ancha y unos “atónitos ojos color avellana”-, o el fantástico y fantasioso universo animal que sirvió a Rudyard Kipling, para personificar pasiones y modelos humanos en “El libro de la selva”, son todos clarísimos ejemplos de esta inteligencia sabia, natural, adaptada al mundo que tienen los animales; y que hasta hoy –salvo casos no conocidos y constatables- es mucho más sabía y adaptada a la naturaleza que la de nosotros, presuntos “reyes de la creación”. A este compendio de sabiduría faunística sumen desde hoy a Dumilala y Lyra, a Lolita, Bentagüayre y Gruss, y –como no- a Demetrio, Dianela, Dora, Dustin, Dulcinea, Dagoberto, Deogracia y Dositeo, los ratones del árbol 48, que se pueden molestar con la indiferencia y no es bueno tener de enemigos a toda una jurria de ratones de campo.

Nicolás Guillén afirmó una vez “El mundo es un gran zoo” y en él –afirmo yo- como nos descuidemos estamos perdiendo nuestro puesto los hombres y las mujeres. Los niños y niñas no, porque ellos siguen siendo capaces de aprender de los animales.

Este libro extraordinario –que tienen que leer sin falta hoy mismo, que luego empiezan las fiestas del Pino y se pueden olvidar- es obra –como ya se ha dicho- del buen hacer de Sandra Franco y Daniel Martín y las ilustraciones del mejor trabajar también de la simpar Marina Seoane; configurando todo ello un regalo de fiestas de un valor inestimable.

¡Ah…y por qué lo del elixir? Es la fórmula que se inventan los animales para curar a su amiga la lechuza….Mágica, pero no secreta. Si lo leen, sabrán sus prodigiosos ingredientes.

Un libro tan sesudo como el de los Proverbios asevera que “cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: las hormigas, pueblo no fuerte, y que en el verano preparan su comida; los conejos, pueblo nada esforzado, y ponen su casa en la piedra; las langostas, que no tienen rey, y salen todas por cuadrilla; y la araña que atrapas con la mano, y está en palacios de rey”

Por eso, cuando a partir de hoy, vayan en matinales excursiones o vespertinas caminatas a las mágicas tierras de Osorio, sienten sus posaderas junto al castaño número 100 y peguen oído a la casa de la musaraña Lyra; o junto al castañero número 50, donde vive la lechuza Dumilala , “la acróbata de la finca”. Si aquí escuchan un rasgar de hojas sepan que, de seguro, estará escribiendo una carta con una de sus mágicas plumas. Cierren entonces los ojos, suspiren profundo, y musiten bajito, cual sortilegio: “Que sea para mí, que sea para mí…..”

José Luis Yánez Rodríguez
Cronista Oficial de Teror


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